
Conocéis la historia del lobo bueno y el lobo malo?
Dice así:
Un anciano indio Cherokee invitó a los niños de su aldea a sentarse en círculo para contarles un cuento sobre la vida, sobre los distintos caminos que podemos elegir para seguir en la vida.
El anciano les dijo:
Hay una batalla que siempre ocurre en mi interior y que también estará en vuestro interior… es una gran pelea entre dos lobos. Un lobo representa el miedo, la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego. El otro lobo representa la alegría, la paz, el amor, la esperanza, el compartir, la serenidad, la amabilidad, la benevolencia, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe.
El anciano miro a los niños y les dijo:
– Esa misma lucha está teniendo lugar en vuestro interior y en el de cualquier persona que viva.
Los niños se quedaron pensando un momento y uno de los chicos le preguntó al anciano:
– ¿Y cuál de los dos lobos ganará?
Y el anciano Cherokee respondió:
– Ganará el lobo al que más alimentes.
Y tú, ¿a qué lobo alimentas?
Así, con esta pequeña historia quiero comenzar esta crónica de lo vivido en el ultimo circulo en el centro penitenciario de soto del real… porque de esto hemos estado hablando y sobre esto hemos estado sintiendo
Que paradoja tan contradictoria. Hombre bueno y hombre malo, ambos conviviendo en nuestro interior.
Con distintos estudios, psicólogos y científicos, se ha descubierto que las personas que aprenden a aceptar, en lugar de rechazar, demandas opuestas, emociones negativas… muestran una mayor creatividad, flexibilidad, productividad y adaptabilidad al entorno.
Las paradojas indican la complejidad de nuestro mundo emocional, en él interactúan permanentemente nuestras diferentes facetas, nuestros intereses, nuestras experiencias,
nuestras relaciones personales, nuestra educación… Posiblemente la influencia de nuestra razón nos lleva a desear coherencia, suavidad y sentido en nuestra vida, pero precisamente ésta es conflicto, azar, sinsentido, injusticia. Somos nosotros quienes debemos desenmarañar, en la medida que podamos, esa complejidad dando sentido a nuestra realidad.
Somos un sistema que interactuamos con el entorno, con el contexto del que somos parte. Solo el análisis de cada situación puede aportarnos información fiable sobre la función de hechos, emociones y pensamientos que tenemos. Y por lo tanto, quizá, nuestra conducta. En este sentido el análisis funcional de la conducta es una herramienta fundamental.
La gestión de las emociones resulta otra herramienta imprescindible para orientarnos y actuar en las situaciones entre nosotros y cada situación que vivimos. Es evidente que todos nos vemos inmersos en la necesidad de manejarnos con ellas para enfrentar cada día. Creo que es necesario identificar estas emociones y “manejarlas” para disfrutar de una satisfactoria vida emocional.
Esto está muy bien.
Fijaos
Si las características genéricas y recurrentes en menores son la existencia de familias desestructuradas, ausencia de padres, estilos educativos inadecuados, baja autoestima, mala evolución escolar, consumo de tóxicos, pertenencia a bandas, violencia, falta de referentes masculinos “sanos”… ¿Como creeis que van a “actuar”, a comportarse estos menores?
¿Cómo van a “crecer”? ¿En qué se van a convertir?
Si hay un trauma temprano, una agresión externa lo suficientemente grave como para marcar tan profundamente la psique del niño… ¿Qué comportamientos y actitudes tendrán estos? ¿Y sobre todo, que comportamientos y actitudes tendrán como adultos?
Ante esto, muchos hombres utilizan la violencia. La violencia utilizada como defensa ante su dolor, ante este dolor tan profundo, tan metido en el cuerpo, que no pueden sostenerlo y que exteriorizan como mejor pueden, como saben.
Y no pretendo justificar estas actitudes, ni la violencia como tal. Pero me permito sentir cierta compasión y entendimiento antes estas situaciones.
Yo he recibido violencia. Yo he ejercido la violencia.
En mayor o menor grado, la mayoría de los hombres la hemos ejercido y recibido.
En mi caso, la violencia fue auto inflingida. Intentos de suicidio, (que no eran otra cosa que llamadas de atención), autolesiones (cortes, golpes…), episodios de anorexia, consumo de tóxicos, conductas que ponían en riesgo mi vida y en ocasiones, a los que me acompañaban, pensamientos y discurso negativo sobre mi y sobre mi valía… ¿Os suena de algo? Y yo creía que no era violento….
Violencia hacia afuera-Violencia hacia adentro
Y debajo de esta violencia siempre hay dolor y tristeza.
Hay un dolor antiguo que no se va, que convive con nosotros. Dolor por las cosas que hicimos mal o que no hicimos o que ni siquiera intentamos hacer. Ese dolor que parece que no está pero que se siente a lo lejos, en silencio. A menudo, muy a menudo, no compartido. Rumiado dentro de nosotros.
El dolor emocional es una experiencia subjetiva en la que la persona tiene una herida psíquica que nadie ve pero que provoca un gran sufrimiento interno, generado a nivel psicológico sin que exista ningún motivo o lesión física, y en ocasiones mayor que el sufrimiento que provoca un dolor físico.
Y en esto consiste los círculos de hombres. En el compartir este dolor, esta tristeza, este sufrimiento que llevamos dentro. Dejar salir por alguna rendija de nuestro ser toda esta carga antigua y darnos cuenta que las “cosas”, que la “vida”, la creamos nosotros y podemos decidir que hacer, como actuar…
Y tú, ¿a qué lobo alimentas?
No es posible despertar a la consciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que sea, para evitar enfrentarse a su propia alma, a su propio dolor. Nadie se ilumina imaginando figuras de luz, sino por hacer consciente la oscuridad
Karl Gustav Jung