Chicas «NUEVAS» y jovencitas 3


Hay un matiz perverso, aunque no por menos conocido, que suele adornar los anuncios o la publicidad de prostitución (“masajes” que suena más actual, amable, permisivo y sutil, y que ahora está más de moda) que nos encontramos muy habitualmente en los cristales de nuestros coches, o debajo de nuestros limpiaparabrisas.

Hace tiempo que este tipo de anuncios poblaban varias hojas (ahora en menor cuantía) de los periódicos más “prestigiosos” del país, como una fuente inagotable y “fácil” de hacer negocio y generar ingresos, amparados en la legalidad o alegalidad de permitir este tipo de publicidad en medios de comunicación al alcance del público más joven y aparentemente más “indefenso” frente a estas prácticas como mínimo, calificables de poco éticas…

Hoy en día, con el avance de internet y el alcance inabarcable de este tipo de publicidad, solo nos queda por “esperar” que se nos cuele dentro de las casas, dentro de nuestros portales, y dentro de nuestros buzones, como el siguiente paso, en conectar la oferta y la demanda del sexo de pago, con vistas a llegar al máximo número de clientes posibles, y eso incluye, aumentar el rango de clientes, potenciando el consumo entre los más jóvenes, como ya sabemos que está ocurriendo, con no poco éxito (a nadie se le escapa, que en una buena parte de la juventud, el ahora acabar las salidas nocturnas con unas copas de más, y la posibilidad de acabar la noche en un polígono industrial o en un bar de alterne, es un plan de lo más “apetecible”, y visto lo visto, al alcance de cualquiera -sexo low cost que dicen…-).

Decíamos que había un pequeño matiz perverso (más de lo habitual si cabe) en este tipo de publicidad cuando se anuncia con total impunidad chicas “NUEVAS” y jovencitas.

No solo tenemos asumido y normalizado, porque no nos provoca la más mínima intranquilidad ni remordimiento a pesar de tener al lado nuestra, en nuestro propio país, cientos de miles de mujeres, esclavizadas y forzadas a practicar el sexo en contra de su voluntad y libertad, si no que damos por hecho que las mujeres se pueden comprar, alquilar por horas o simplemente “usar y tirar” (utilícese la opción que más se ajuste a la realidad o a la conciencia de cada uno) para lo que creamos conveniente (el cliente, que paga, siempre tiene la razón), sino que encima, necesitamos que ese producto, siempre dispuesto, siempre apetecible, esté tan renovado, actualizado y “nuevo” como si de la última actualización de un programa informático se tratara, o de la compra del último modelo de móvil actualizado, y con todas las prestaciones que se le suponen y presuponen a cualquier producto dispuesto a tenernos siempre satisfechos…

Algo no estaremos haciendo bien para que tengamos esto tan normalizado y tan poco cuestionado.

Ya no nos vale con el consumo alarmante de pornografía que quizás los jóvenes de nuestra generación nos hemos “metido en vena” en aras de sustituir una educación (y cultura) sexual que no hemos recibido ni por activa ni por pasiva (ni en casa ni en el colegio).

Ya no es suficiente que el 20% de los hombres reconozca haber pagado por sexo “solo” durante el último año (imagínense si amplíamos el rango de tiempo, y preguntamos cuantos hombres han consumido sexo o comprado mujeres a lo largo de sus vidas en alguna ocasión).

No es suficiente que la sociedad actual nos bombardee con anuncios de disfraces infantiles hipersexualizados (la imagen de la enfermera sexy de 4 a 6 años que circula por Facebook ahora mismo, se lleva el premio), ni veamos en los telediarios, famosas parejas de presentadores (él, “interesante” y mayor, ella joven y superatractiva) cumpliendo los roles más previsibles con los que nos tienen ya preparados y convencidos de antemano, ni con los millones de comentarios que aprueban el vestido de la Pedroche en Nochevieja para uso y disfrute de millones de habitantes (masculinos) que dicen luchar en pos de la libertad cuando argumentan que cada mujer puede disponer de su cuerpo libremente…

¿Qué será lo siguiente?

¿Hasta dónde podremos comercializar con el cuerpo de las mujeres sin ponernos ni siquiera colorados ni hacer nada al respecto?

¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para hacer algo?

 

Hace pocos días, sin yo darme cuenta, mis hijos (de 11 y 8 años, él y ella, respectivamente) jugaban en una de sus habitaciones con unas cartas o tarjetas de las cuales yo no me había percatado.

Una de esas veces, que al mediodía volvían del colegio, solos, para venir a comer a casa, se habían dedicado a recoger en todos los coches, las tarjetas de contactos que ofrecían masajes y “algo más” al mejor precio posible…

Es más que evidente, que en su lógica infantil, jugaban con esas cartas, como el que juega con otras cartas de Star Wars, Invizimals, o similares…

Sin embargo, escuchar en boca suya palabras como “masajes”, “asiáticas”, sin saber qué es lo que estaban transmitiendo para quien estaba fuera de la habitación y estaba escuchando, no pudo más que dar como resultado una profunda tristeza. Tristeza por utilizar de forma desconocida y hasta casi “lúdica”, el sufrimiento y desgracia personal de tantas y tantas personas.

Tener que explicarle a mi hija de 8 años y a mi hijo de 11, lo que es una prostituta, las razones por las que una mujer debe y tiene que vender su cuerpo para satisfacer los caprichos de un hombre, que siente que puede comprar los “servicios” de una mujer, es simplemente, triste, muy triste.

Algo no estaremos haciendo bien, cuando a mis hijos, antes incluso que descubran y experimenten con su propio cuerpo y sepan por su propio interés y curiosidad fisiológica lo que es el sexo y la sexualidad, les tenga que explicar que es una prostituta (¿una puta? que decía mi hija, como si esa palabra la tuviera mucho más cercana y entendible-) y el por qué en esta sociedad alguien es capaz de pagar por sexo…

Lo dicho, algo no estaremos haciendo bien, para que pervirtamos o cambiemos, el orden, en el que los niñxs van descubriendo/averiguando lo que la vida les tiene preparado…

 

Víctor Sánchez

Círculos de Hombres

 


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3 ideas sobre “Chicas «NUEVAS» y jovencitas

  • Jesús

    Pues si, habrá que decirle a alguien que regule la publicidad del sexo y que se cuide para que no en los medios ni en nuestras calles, nuestros hijos tengan que encontrarse con semejante panorama.
    Mandamos una carta al ente responsable?

  • Bruno Herrero

    Que decir ante esto. Pues lo que ya estás haciendo Víctor. Escribiéndolo, anunciándolo, denunciándolo, todo menos que lo normalicemos. Que nos desnudemos y nos miremos a nosotros mismos para saber que implicaciones tienen nuestras acciones, decisiones y pronunciaciones. Somos ejemplo de nuestros hijos, el mejor ejemplo. Gracias por el artículo como siempre acertado en un tema tan espinoso y aún no resuelto. Gracias Víctor.

  • Juanma

    Muchas gracias por tu reflexión, Víctor. La verdad es que la concepción del otro como un producto de consumo cada vez está más normalizada, y no creo solo que en el ámbito de la prostitución, sino en lo que es la propia amistad, o las relaciones de pareja. Algo falla en nuestra conciencia emocional y en el desarrollo de nuestra afectividad en este entorno social, y por extensión, familiar, que nos rodea para que se desarrolle tan poco nuestra conciencia del otro como ser, no como objeto. Y creo que el mejor ejemplo para las generaciones que nos siguen es que seamos un modelo de humanización en ese sentido, de mostrarnos desde las entrañas y de trascender los miedos para exponerles nuestras propias dudas. Esas dudas que planteas en tu artículo sobre qué hacer ya constituyen un gran paso adelante.