El compromiso de los Círculos de Hombres con la Igualdad 1


Ayer estuvimos de celebración y compromiso, a partes iguales, en el Círculo de Hombres de Sierra Norte – Mataepino.

Fue un espacio, una sesión que, aun durando media hora más que las habituales, se quedó corta, muy corta.

Fueron muchos los temas tratados, y muchas personas las que asistieron y que, quizás, se quedaron con las ganas y el tiempo, de participar más profundamente.

Estamos convencidos de que seguirá habiendo más oportunidades donde poder conjugar otra vez los espacios mixtos y poder seguir tanteando como están los ánimos, las diferencias, y las desigualdades que los diferentes trabajos entre los círculos de mujeres que se celebran en localidades muy cercanas, por un lado, y los círculos de hombres de asociaciones como la nuestra o iniciativas similares, realizan por otro.

Ayer, el tiempo volaba, y no quise ocupar mucho tiempo con la ponencia que tenía preparada inicialmente.

Premiaba más el formato “círculo” que el de mesa de ponencias, así que, inevitablemente, se quedaron muchas cosas en el tintero, al menos en mi caso, algunas de las cuales quiero aprovechar para traer aquí, para que sigan sirviendo como reflexión posterior del espacio que ayer pudimos compartir, y para que, cada uno las integre de forma individual en nuestra peculiar y particular revisión de nuestras masculinidades.

    

Si tuviera que buscar una palabra para definir el significado de lo que para mí supone la Igualdad, probablemente la primera palabra que me viniera a la cabeza sería la de “equilibrio”.

La Igualdad es una cuestión de equilibrio.

Una cuestión de equilibrios no solo de derechos y oportunidades, algo que, por descontado debería ser igual para mujeres y hombres, desde siempre, si no una cuestión de equilibrio, en sentirnos y en tratarnos como iguales.

Y para ello, si entendemos la Igualdad como una balanza en la que ambas partes tienen que estar equilibradas, lo primero que necesitamos conocer de manera sincera, es el “otro lado de la balanza”, porque me da la sensación, y aquí, hablo estrictamente por mí, de que las mujeres son todavía unas profundas desconocidas.

O, dicho de otra manera, -como decía un compañero el otro día- nada de lo que cualquier hombre de esta sala haga o sienta me es ajeno.

Pero desde luego, no puedo decir lo mismo de vosotras, porque siento que no os “conozco” ni os “entiendo”.

Al menos, no desde luego, lo suficiente ni lo que sería deseable en un mundo o sociedad construida de forma más igualitaria.

Para eso, independientemente del trabajo que realizamos en los círculos de hombres (espacios “no mixtos”), es fundamental e importantísimo, espacios y encuentros, como los de hoy (por ayer), en donde necesariamente, evaluemos el trabajo realizado y la distancia (o desigualdad) que todavía nos separa a unos y a otras.

El otro día leía con interés una noticia surgida a raíz de la publicación de los resultados del último barómetro del CIS (abril 2018).

En la citada encuesta se daba a elegir 11 diferentes opciones respecto a la ideología con la que cada uno podía identificarse (conservador, demócrata, liberal, progresista, socialdemócrata, socialista, comunista, nacionalista, feminista, ecologista, apolítico, NS/NR…).

Entre la juventud, el feminismo se consideraba ya la segunda mayor ideología.

Entre las mujeres, de todas las edades, el feminismo ocupaba ya la quinta ideología principal.

Entre los hombres, también de todo el rango de edades posibles, el feminismo era, a día de hoy, la última opción elegida.

No quiero entrar en el debate de si el feminismo es una cuestión ideológica, o si aparte de una nueva forma de entender y ver la vida, también puede ser considerada ideología.

Yo creo que sí, que son y pueden ser ambas cosas. La una no excluye a la otra.

Pero voy estrictamente al dato.

La juventud lo tiene meridianamente claro.

Las mujeres cada vez más.

Y los hombres, pues… como que es algo que (todavía) no va con nosotros.

Y así, es extremadamente difícil cambiar las cosas.

¿Habéis escuchado aquella frase de que “dos no se pelean si uno no quiere”?

Dicho de otra manera, me temo que con la Igualdad ocurre algo parecido.

A día de hoy, la mitad de la humanidad no siente la importancia de la lucha por la igualdad o no ha mostrado suficiente interés en llevar la igualdad de forma real y tangible a sus vidas.

La Igualdad no se conseguirá mientras las dos partes no se impliquen de forma decidida.

Y los hombres no nos implicaremos hasta que no seamos conscientes del problema que tenemos delante mismo de nuestros ojos.

Y para eso, tendremos que hablar de privilegios, de poder, de violencia, de sexo, de pornografía, de prostitución, y, sobre todo, de lo que significa y transpira la mirada que tiene integrada el hombre hacia la mujer.

Hasta que no seamos capaces de desmenuzar todo lo que ello implica, me temo que seguiremos quedándonos atrás, muy atrás con respecto a ellas.

Y lo primero es sentir que el feminismo y la lucha por la igualdad no es algo que tenga que ver solo con las “mujeres”.

Parece algo muy obvio, pero no creo que sea algo que tengamos integrado de manera natural.

Un simple ejemplo.

Si yo menciono la palabra “género”, o “feminismo”, ¿a quién creéis que me estoy dirigiendo? ¿O de quién se supone que estoy hablando? ¿De los hombres, de las mujeres?

¿Y si os menciono la palabra “raza”? ¿Qué color de piel os viene inmediatamente a la cabeza?

¿Y si digo “orientación sexual”?

¿O “diversidad funcional”?

En cualquiera de esos casos, el llamado grupo dominante no se siente aludido, y por lo tanto no presta atención.

Si no prestamos atención es porque tenemos la sensación o nos da la impresión de que esto, no va con nosotros.

Y si no va con nosotros, entendemos y sentimos que éste es un tema en el que no tenemos nada que decir, nada que reflexionar, ni nada que cambiar.

Es decir, que no tenemos que hacer nada al respecto porque nosotros no somos parte del problema.

Y por eso, no entendemos nada.

Y no solo eso, no solo no entendemos nada, sino que, con frecuencia, nos sentimos profundamente aludidos y ofendidos, porque nos sentimos continuamente atacados y cuestionados por el “mundo exterior”, en concreto, y sobre todo, por el feminismo.

El género masculino está en el punto de mira y nos están metiendo a todos en el mismo saco de forma injusta.

La Injusticia “con mayúsculas” que, por ejemplo, nos cuesta ver y entender que sufre la mujer, en este caso, cuando nos señala y se vuelve contra nosotros, no tenemos ningún problema en identificarla y en reaccionar debidamente contra ella.

¿Lo veis? ¿Os dais cuenta?

Oímos un inmenso ruido cada vez mayor, en el que las mujeres denuncian y nos acusan de un montón de cosas que, parece, que no van con nosotros.

Leemos noticias sobre la Manada, vemos cifras sobre los asesinatos relativos a la Violencia Machista, pero nosotros, como no violamos ni asesinamos decimos que “nosotros no somos así”.

Que el problema es de otros hombres.

De esos hombres “malos” que son solo una pequeña minoría, que no representan a todos los hombres.

Pero el que nosotros no seamos así, no quiere decir que nosotros no tengamos nuestra pequeña parcela de responsabilidad en la tremenda desigualdad que, a día de hoy, está tan bien integrada en nuestra sociedad.

Así que, lo primero que tendremos que hacer para creer de forma sincera en la Igualdad, es sentir cuál es nuestra posición con respecto a ella.

Es decir, para ser conscientes de la gravedad y profundidad de este problema, tendremos primero, que tomar conciencia.

Palabra que con frecuencia utilizamos a menudo en nuestros círculos.

Si yo pidiera ahora que, los hombres que están a favor de la igualdad, levantaran la mano, seguro que la respuesta sería mayoritariamente afirmativa.

Estoy convencido de ello.

Si yo siguiera preguntando y os pidiera en este caso, que me dijerais cuántos de vosotros participáis activamente en la lucha por la igualdad, ¿cuántos honestamente volveríais a levantar la mano?

No es un reproche, ni una manera de señalar o cuestionar a nadie.

Solamente trato de seguir incorporando las necesarias reflexiones y preguntas que cada uno debe hacerse y responderse. No se trata de ver o de sentir que esto es una competición, para ver quien hace más que quien por la igualdad.

Se trata de ver si nuestro discurso sobre la igualdad se corresponde con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo (y aporte) para conseguirla.

Los Círculos de Hombres son el espacio idóneo para plantearnos ésta y otras muchas preguntas.

Echando un vistazo a los diferentes grupos o círculos que conforman la Asociación Círculos de Hombres vemos que una gran cantidad de las personas que asisten a los mismos, cercana al 90% son padres, de edades comprendidas entre los 35-45 años.

Y está muy bien. Está muy bien que nuestra puerta de entrada al cambio o transformación personal de nuestras vidas sea la paternidad.

Se calcula que el 80 u 85% de hombres ejercerán de padres en algún momento de sus vidas. Ya sea de forma directa, siendo padres, o de forma indirecta, siendo parejas de alguna mujer que ya tenga hijos.

Pero a mí me gustaría transmitiros la siguiente pregunta.

Si la paternidad es aparentemente, la oportunidad única e importantísima para revisarnos a nosotros mismos de forma profunda, ¿qué hacemos con los hombres que nunca serán padres?

¿Qué hacemos con los hombres que no serán padres hasta los 40 o 45 años?

Dicho de otra manera, ¿tenemos que esperar a ser padres para empezar a cambiar nuestras vidas?

No parece muy lógico, ¿verdad?

Aquí la radica la importancia de introducir el concepto de Igualdad en los círculos de hombres.

Desde ya.

Que la paternidad sea la puerta de entrada, no una meta final.

Que no nos detengamos ahí, porque si no, estaremos solamente haciendo la mitad del trabajo.

Los círculos de hombres son espacios de cuestionamiento y trabajo en profundidad. Tanto de la paternidad como de la masculinidad.

Sin negar la importancia de las cuestiones emocionales y el trabajo de autoconocimiento propio, los grupos de hombres no deben quedarse en espacios semi-terapéuticos cuyo único objetivo sea (simplemente) hacernos sentir “mejor”.

Todos hemos sentido que nuestras masculinidades han respondido a un modelo ya determinado por la sociedad o por el sistema que rige y controla nuestras vidas, y nos ha costado un esfuerzo horrible, o nos está costando un trabajo eterno, el quitarnos ese traje, esa máscara, o esa coraza, que tan bien nos han sabido integrar.

Sin embargo, vienen nuevos tiempos, nos llegan mensajes constantemente diciéndonos e interpelándonos que ese modelo de masculinidad no solo está obsoleto y caduco, sino que es profundamente tóxico y perjudicial, sobre todo, evidentemente, para las mujeres, que son las que lo sufren en primera instancia.

En esa “tierra de nadie” extremadamente compleja e incómoda, camina el hombre hoy en día, con desigual resultado y a menudo con un profundo desconcierto con lo que está ocurriendo a su alrededor.

Algún optimista dijo con respecto a los tres siglos de historia del feminismo que nos preceden, que el siglo XXI sería el siglo de los hombres y de su cambio definitivo.

A mí se me pone la piel de gallina cuando escucho que los hombres vamos a ser otra vez los protagonistas de “algo”.

Yo me conformo con que llegue el día, en el que seamos capaces de mirar cara a cara a las mujeres, y sintamos, sobre todo ellas, que somos personas que nos tratamos y nos sentimos en igualdad. En equilibro.

Y acabo con esta última frase:

 

«El feminismo permitirá que los hombres sean libres por primera vez”

 

No voy a deciros el contexto ni el autor de esta frase, porque es lo de menos, simplemente deciros en qué año se dijo.

En 1915.

Hace 100 años, un hombre ya pensaba que el feminismo también nos haría libres.

No solo a ellas, por descontado, sino también a nosotros.

Y, a día de hoy, cien años después, todavía seguimos tratando de explicarlo.

Espero, que sinceramente, hoy estemos un poquito más cerca de entenderlo.

Víctor Sánchez

 


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Una idea sobre “El compromiso de los Círculos de Hombres con la Igualdad

  • Iñaki

    Gracias por tu reflexión Víctor! Tocas muchos temas y con gran lucidez.
    Cada vez veo más claro que o decidimos ser parte del empuje por la igualdad y su solución o nos quedamos mirando al margen y acabamos siendo parte del problema.